Steven Spielberg y John Williams llevan más de tres décadas trabajando juntos en una colaboración única en el mundo del cine. De su trabajo conjunto han surgido auténticas obras maestras en los dos campos, el de la imagen y el del sonido. Películas como Tiburón, E.T., Encuentros en la Tercera Fase o La Trilogía de Indiana Jones no serían lo mismo sin la maestría del compositor norteamericano tras la espléndida labor del Rey Midas de la industria cinematográfica. Es por ello que, tras su trabajo el año pasado en La Terminal, todo aficionado que se precie estaba pendiente de la nueva versión del clásico de H.G.Wells que Spielberg estrena estos días en pantallas de medio mundo. Tras la relativa decepción que han supuesto sus dos últimas colaboraciones (Atrápame si Puedes y La Terminal no fueron del todo bien acogidas por el público, aunque se trataran de trabajos más que correctos por las dos partes) y dado que el maestro Williams no anda muy inspirado en los últimos tiempos, la expectación que una banda sonora como La Guerra de los Mundos había levantado era más que comprensible (dado que dos de los mejores trabajos de Williams, Encuentros y E.T. versaban sobre extraterrestres).
Es lógico pues que, tras haber escuchado la edición en compacto y haber visto la al tiempo espléndida y terrorífica visión de la invasión marciana a través de los ojos de Spielberg, esa expectación se haya transformado en una relativa decepción. La primera impresión que uno se lleva tras escuchar La Guerra de los Mundos es que Williams vuelve a los arquetipos sonoros que lleva usando desde el principio de su carrera, y de los que ha abusado (y mucho) en estos últimos años. A lo largo de los más de 60 minutos que dura la edición de Decca asistimos a un desfile ininterrumpido de otros muchos momentos de otras muchas partituras del compositor. Por La guerra de los Mundos se pasean, casi sin enmascarar, obras como Sleepers, Minority Report, Siete Años en el Tibet, Parque Jurásico, Tiburón o El Imperio Contraataca. Y en un compositor de la probada maestría de Williams este hecho no implica nada positivo.
La apatía de formas que el maestro viene arrastrando desde hace unos años se hace patente con cada nuevo trabajo y La Guerra de los Mundos no es una excepción. Sin querer remontarme mucho en cuanto a antecedentes de esta decadencia musical se refiere, sólo hay que acercarse a su anterior trabajo, La Venganza de los Sith, para percatarse del hecho de que las musas de Williams están de huelga. Si bien es cierto que alguna voz podría aludir que tras seis películas era harto difícil innovar el mundo sonoro de La Guerra de las Galaxias, también lo es el hecho de que para el Williams de los 80 este reto no habría supuesto ningún problema.
Volviendo a La Guerra de los Mundos, y siendo un tanto justos con el compositor, hay que afirmar que si bien la apatía es la nota que define a este trabajo, no deja de ser sorprendente que la adecuación a las imágenes (terribles en muchos casos) que Spielberg nos muestra, sigue siendo del mismo calibre que aquella de la que Williams hiciera gala con antiguos trabajos suyos: los cortes de acción (enervantes como ellos solos) subrayan de forma precisa las impactantes persecuciones a las que el trío protagonista se ve sometido, destacando por méritos propios el impresionante plano secuencia de la huida en coche, o la espectacular escena en el ferry. Basándose principalmente en las cuerdas y en los metales y de forma tangencial en la percusión, Williams recoge toda la angustia que vive la familia protagonista en su intento de escapar al cruel destino al que los marcianos intentan someterles.
Donde el compositor parece navegar por aguas cenagosas es en los momentos más tranquilos de la narración (que los hay, y muchos) o aquellos en los que el suspense atenaza al espectador, pegándolo a su silla. Los temas de corte más melódico que Williams usa a lo largo de todo el film recaen en la ya comentada re-utilización de antiguas fórmulas. Temas como Ray and Rachel, Refugee Status o The Separation of the Family no aportan nada nuevo al dilatado conjunto de la carrera del compositor norteamericano; quedando para el olvido temas como Probing the Basement o Prologue, de probada efectividad en la pantalla (la escena a la que acompaña el primero de los temas citados es de las que te hace pegar saltos en la butaca), pero nula repercusión en el oyente, algo que ya acusaba (y de que manera) la edición en compacto de El Ataque de los Clones.
Con más de un centenar de trabajos a sus espaldas y un amago de jubilación allá por el año 1993, quizás sería el momento de mirar atrás y recoger el ímpetu y la fuerza con la que el maestro nos sorprendía no hace ni 15 años cuando nos dejaba sin respiración con obras como Hook, Un Horizonte Muy Lejano o La Lista de Schindler. Si el refrán dice que cualquier tiempo pasado fue mejor, casi no hay duda de que para John Williams esto es dolorosamente cierto.
Lo mejor: La adecuación de la música a lo que la cinta va dictando.Lo peor: Que esta adecuación se traduce en una desafortunada apatía compositiva que cae en recursos más que trillados por el compositor.El track: The Intersection Scene.
Es lógico pues que, tras haber escuchado la edición en compacto y haber visto la al tiempo espléndida y terrorífica visión de la invasión marciana a través de los ojos de Spielberg, esa expectación se haya transformado en una relativa decepción. La primera impresión que uno se lleva tras escuchar La Guerra de los Mundos es que Williams vuelve a los arquetipos sonoros que lleva usando desde el principio de su carrera, y de los que ha abusado (y mucho) en estos últimos años. A lo largo de los más de 60 minutos que dura la edición de Decca asistimos a un desfile ininterrumpido de otros muchos momentos de otras muchas partituras del compositor. Por La guerra de los Mundos se pasean, casi sin enmascarar, obras como Sleepers, Minority Report, Siete Años en el Tibet, Parque Jurásico, Tiburón o El Imperio Contraataca. Y en un compositor de la probada maestría de Williams este hecho no implica nada positivo.
La apatía de formas que el maestro viene arrastrando desde hace unos años se hace patente con cada nuevo trabajo y La Guerra de los Mundos no es una excepción. Sin querer remontarme mucho en cuanto a antecedentes de esta decadencia musical se refiere, sólo hay que acercarse a su anterior trabajo, La Venganza de los Sith, para percatarse del hecho de que las musas de Williams están de huelga. Si bien es cierto que alguna voz podría aludir que tras seis películas era harto difícil innovar el mundo sonoro de La Guerra de las Galaxias, también lo es el hecho de que para el Williams de los 80 este reto no habría supuesto ningún problema.
Volviendo a La Guerra de los Mundos, y siendo un tanto justos con el compositor, hay que afirmar que si bien la apatía es la nota que define a este trabajo, no deja de ser sorprendente que la adecuación a las imágenes (terribles en muchos casos) que Spielberg nos muestra, sigue siendo del mismo calibre que aquella de la que Williams hiciera gala con antiguos trabajos suyos: los cortes de acción (enervantes como ellos solos) subrayan de forma precisa las impactantes persecuciones a las que el trío protagonista se ve sometido, destacando por méritos propios el impresionante plano secuencia de la huida en coche, o la espectacular escena en el ferry. Basándose principalmente en las cuerdas y en los metales y de forma tangencial en la percusión, Williams recoge toda la angustia que vive la familia protagonista en su intento de escapar al cruel destino al que los marcianos intentan someterles.
Donde el compositor parece navegar por aguas cenagosas es en los momentos más tranquilos de la narración (que los hay, y muchos) o aquellos en los que el suspense atenaza al espectador, pegándolo a su silla. Los temas de corte más melódico que Williams usa a lo largo de todo el film recaen en la ya comentada re-utilización de antiguas fórmulas. Temas como Ray and Rachel, Refugee Status o The Separation of the Family no aportan nada nuevo al dilatado conjunto de la carrera del compositor norteamericano; quedando para el olvido temas como Probing the Basement o Prologue, de probada efectividad en la pantalla (la escena a la que acompaña el primero de los temas citados es de las que te hace pegar saltos en la butaca), pero nula repercusión en el oyente, algo que ya acusaba (y de que manera) la edición en compacto de El Ataque de los Clones.
Con más de un centenar de trabajos a sus espaldas y un amago de jubilación allá por el año 1993, quizás sería el momento de mirar atrás y recoger el ímpetu y la fuerza con la que el maestro nos sorprendía no hace ni 15 años cuando nos dejaba sin respiración con obras como Hook, Un Horizonte Muy Lejano o La Lista de Schindler. Si el refrán dice que cualquier tiempo pasado fue mejor, casi no hay duda de que para John Williams esto es dolorosamente cierto.
Lo mejor: La adecuación de la música a lo que la cinta va dictando.Lo peor: Que esta adecuación se traduce en una desafortunada apatía compositiva que cae en recursos más que trillados por el compositor.El track: The Intersection Scene.
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